“Yo me llamo Eufrosina Trujillo. Eufrosina quiere decir La Diosa de la Alegría en la mitología griega… jajaja”; así contesta ella. A sus 96 años no es sino risas, cantos y carcajadas que el Alzheimer se niega a llevar. Está feliz y no es para menos. Su hija Martha Lucía, su cuidadora, se ideó una especie de tricicleta (tres llantas) con un amplio asiento improvisado donde La Diosa de la Alegría va sentada como en un trono. La artritis acompaña a Eufrosina desde hace unos años y por eso su movilidad es reducida; pero ni eso es un inconveniente para este par de mujeres que tienen clarísimo que para ser felices, no se necesita dinero sino actitud.
Ambas llevan más de 40 años viviendo en el barrio Marroquín II al oriente de Cali. “Mire, para serle honesta – comenta Martha Lucía mientras mantiene un pie en el pedal de la tricicleta- esto al principio fue un sector honesto. De gente muy humilde pero honesta y trabajadora. El lote donde está mi casa, nos costó $20 mil pesos; imagine lo viejitas que somos. Luego comenzó a llegar gente de muchas partes, desplazados y personas con pocas o ninguna oportunidad de trabajar decentemente y ahí comenzaron los problemas. El arroyito de agua que por aquí pasaba se comenzó a podrir. Ya eran unas aguas estancadas, llenas de basuras, ratas, animales y hasta personas muertas que de vez en cuando lo dejaban a uno sin aliento. Eso no fue nada chévere”, comenta Martha mientras Eufrosina pone total atención; como si escuchara.
- “¿Qué es lo que dices Matha?”, pregunta La Diosa
- “Mamá, le estoy diciendo a la periodista que yo a usted LA AMOOOO”, contesta Martha
- “¿Qué la ´amor…dido´ un perro? Jajajajajaja”, rompen ambas en carcajadas, inevitablemente contagiosas
Martha continúa con su historia mientras Eufrosina se arregla su pantalón de rombitos que se extiende casi casi hasta sus tobillos ya delgados por la edad. También se ajusta su cinturón de seguridad: un suéter gris con las mangas ya estiradas de tantos paseos matutinos en la tricicleta. Se pasa sus manitos venosas y pecosas por su cabello blanco para organizarlo y termina el proceso, mostrando sus impecables aretes de tono dorado con una perlita colgando. Marta comienza entonces a hablar de lo que significaba vivir en la zona del otrora conocido como Caño Cauquita: “¡Uf, era horrible!, olía muy feo. Era inseguro… terrible. Y mire ahora –extiende sus brazos cual largos son y sonríe de nuevo- ¡Esto ahora es un paraíso!. ¿Sabe qué es lo mejor? Que antes yo no tenía cómo llevar a mi mamá a ver el alumbrado de Navidad. Porque además yo cuido a un tío que está postrado en cama y no me alcanzaba el dinero para llevarlos en un taxi. Pero ahora, el alcalde nos hizo el mejor de los regalos. Nos trajo la Navidad al Bulevar de Oriente… porque esto pasó de ser un caño a ser un Bulevar. Ahora podré sacar a mis viejos para que lo vean ¿No es maravilloso?”, agrega Martha.
Eufrosina ya organizadita quiere que la cámara de video y todo Cali, sepan que ella canta y con toda propiedad, arranca: “No hace falta que salga la luna, ni hace falta que salga el sol, ni hace falta que el cielo esté lindo pa´ venirte a cantar mi canción…. ¿Y qué qué Martha?”… – de pronto voltea a mirar a su hija y cuidadora porque olvidó la letra y sin más, retoma – “¡Ah sí, ya me acordé!… el día en que tu naciste, nacieron todas las flores y en el portal de mi casa, cantaron los ruiseñores”…
“Es que la saco a pasear todos los días por el Bulevar. A la misma hora para que comience a grabar en su memoria los cambios que cada día podemos ver aquí. Le encantan los murales y le da tanta alegría que comienza a cantar y a cantar”, explica Martha como si tanta felicidad necesitara ser sustentada.
Ellas están felices como también los cerca de 130.000 vecinos de los barrios Marroquín I, II y Alfonso Bonilla Aragón que circundan los 1.2 kms del Bulevar de Oriente que construyó la administración del médico Jorge Iván Ospina. Es un espacio para el deporte, la integración, el esparcimiento, la cultura y la alegría. Es un Parque que Transforma
Juliana Rosero Berrío.